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martes, 3 de enero de 2023

CONAN EL BÁRBARO COMO ARQUETIPO ICONOGRÁFICO DEL INDIGENISMO

 

   Desde poco después de su nacimiento tras lograr la independencia de España a principios del siglo XIX,  en las nuevas repúblicas hispano-americanas se fueron levantando estatuas de los grandes personajes de su historia. Por supuesto de los Libertadores (Bolívar, San Martín, Sucre, O´Higgins…). También de los conquistadores españoles, (Colón, Cortés, Valdivia, Pizarro, Jiménez de Quesada…) que, al fin y al cabo, eran los directos artífices de su realidad cultural, lingüística, religiosa y territorial, además de fundadores de muchas de la ciudades de esos países .

   Nada nuevo. En lo que hoy es España, tierra tantas veces conquistada y reconquistada por tantas civilizaciones, tenemos estatuas de los héroes de nuestros “pueblos originarios” que lucharon contra a Roma, como Viriato, Indibil y Mandonio,  porque nos enorgullece su resistencia “numantina”, tan española,  ante un enemigo imperial abrumador. También las hay de los emperadores romanos que nacieron en “España”, Trajano, Adriano y Teodosio, porque nos enorgullece haber formado parte del más importante imperio del mundo antiguo y del legado que nos dejó. Y tenemos estatuas del Cid Campeador y de Almanzor. Tenemos estatuas de Moctezuma y de Atahualpa en el Palacio Real. Incluso tenemos estatuas de Bolivar y San Martín.

Atahualpa  y Moctezuma en el Palacio Real de Madrid. Siglo XVIII


    Lo que pasa en Hispano América es que, como esa independencia se logró mediante guerras contra España, también sentían la necesidad de expresar de algún modo cierta ruptura o rechazo hacia su herencia española. La manera de lograrlo fue la de forzar la identificación de su origen histórico como naciones con los pueblos y civilizaciones pre-hispanos. Muy especialmente enfatizando la lucha con que habían resistido a los conquistadores españoles. Así, las guerras independizadoras de Bolivar o San Martín venían a presentarse como una continuación de la resistencia de los Cuauhtémoc, Rumiñahui o Lautaro, sólo que, ahora, por fin victoriosa. (Aunque tal victoria final no fuese lograda por indígenas originarios, precisamente.)

    A lo largo del XIX ya se levantaron las primeras estatuas a esos héroes indígenas, pero ha sido  con la  aparición del “indigenismo” entendido como ideología, sobre todo en las últimas cuatro o cinco décadas, cuando han proliferado más y con un radical cambio en su planteamiento iconográfico.

   Voy analizar brevemente la evolución estética que se ha ido produciendo en el modo de representar al indígena, y como se aprecia la evolución del canon de referencia, pasando del sereno clasicismo de anatomías greco romanas en el siglo XIX y mitad del XX, al frenesí hiperventilado de anatomías anabolizadas, de puro tebeo de Conan, de hoy día.  Curiosamente las representaciones del propio personaje de Conan, el Bárbaro, han tenido una evolución muy parecida desde su aparición en las revistas de los años 30 del siglo XX , a sus diferentes plasmaciones en los cómics desde los años 70 a hoy día.

   Hay algo de lógico en el proceso. Conan se ha convertido en el arquetipo del bárbaro que rechaza la “civilización” y lucha contra los que pretenden imponerla. (El indigenismo rechaza todo lo que signifique eurocentrismo e incluso aboga por eliminarlo.)

    Hay una tercera vía estética, que es la del “brutalismo” naif, el arte de reminiscencias supuestamente primitivas, que conectaría con lo que expone Gombrich en “La preferencia por lo primitivo”, pero ha sido menos frecuentada.

  Aquí  tenemos algunos ejemplos de lo que se hacía en el XIX en España. Responden a la estética clasicista de la época, que es la que impera hasta la primera mitad del XX. Poses solemnes, anatomías atléticas pero verosímiles, gestualidad serena, y si hace falta, movimiento y energía.  Pero siempre se busca un conjunto armónicos y sin estridencias.




Izquierda Viriato, de Eduardo Varrón , 1903.  Derecha , Indibil y Mandonio de Medardo Sanmartí, 1884




 

esta tipología corresponden la mayoría de las estatuas de esa época en Hispano América, que evidencian la formación clásica-europea de los autores.

A la izquierda el Caupolicán de Nicanor Plaza, 1863, que evidencia su filiación estética más que clásica al verlo junto al David de Bernini de 1623.

Cuauhtçemoc , Miguel Noreña , 1887

Guaicapuro, de Pérez Mújica , 1905


Tlahuicole, héroe tlaxcalteca (cosa rara) de Manuel Villar, 1851, junto  al Laocoonte.


 Es el tipo al que se corresponden las primeras imágenes de Conan el bárbaro de las revistas pulp de los años treinta, que era representado como un tipo más atlético que culturista.

George Barr, para el relato de Conan "Red Nails" en los años ´30.

En esta misma línea dibujó Barry Smith al primer Conan de los comics en el año 1970.

     Hay una corriente minoritaria que busca una estética más acorde con lo que supuestamente sería un arte sin influencias occidentales, un arte primitivo, más ingenuista. Y así, por ejemplo, se erigen las primeras estatuas de los menceyes guanches en Candelaria, Tenerife (Reyes Darias, 1959),  el Lutaro de Kako Calquín, (2013) o el patagón de Antonio Rodriguez.
1 y 2, menceyes guanches de Alfredo Reyes Darias, 1959. 3, un indígena patagón de Antonio Rodríguez, 2011.  4, Lautaro, según Kako Calquín, 2013.

   Los menceyes de Reyes Darias en el pueblo de  Candelaria, Tenerife, se sustituyeron en 1993 por otras estatuas, de José Abad, mucho más heroicas, de musculatura marcada, y gesto sereno, en las que ya se empieza a apreciar, aunque sin exagerar demasiado, muy contenido, el afán de reivindicar la dignidad de los ancestros mediante la hipérbole anatómica.

   


Por seguir con Conan, 

es el camino que ya inició 

Barry Smith en sus últimas
historias de Conan y que continuó Buscema, acentuando más ese aspecto.

 

   Y llegamos a la parte más divertida.

   En los últimos 30 años o así se han levantado muchas estatuas a los héroes pre hispanos que lucharon contra los conquistadores en las que el “buen gusto” clásico,  la serenidad, la armonía…, todo ha sido sustituido por el “camp” más gesticulante, desorejado y, lo que es peor, sin un átomo de ironía. Resulta muy ilustrativo ver  juntas las representaciones del mismo héroe con cien años de diferencia.

A la izquierda, el cacique  Guaicapuro de Pérez Mújica de 1905. A la derecha el de Julio Cesar Briceño del siglo XXI.

   Si con el Conan posterior a la era Thomas se fueron perdiendo los papeles, hasta hacerlo devenir en un energúmeno absurdamente hipermusculado, siempre obcecado y con gesto de cabreo permanente, eso mismo les ha pasado a los grandes héroes de los pueblos originarios: ahora se los representa crispados con gesto de ira o de odio, siempre violentos, con una anatomía disparatada, en flagrante oposición a la que, con seguridad, pidieron tener los homenajeados.

Una figura de Conan , y el monumento al cacique Tiuna, según Julio César Briceño.


Busto de homenaje a Rumiñavi, y figura de Conan el Bárbaro.

Monumento a Cahuide, defensor de Sacsayhuaman contra los españoles, según los escultores hermanos Luis Alberto, Raúl Oswaldo y Rodolfo Edwin Yanqui Yucra, ya en el siglo XXI, y una figura de Conan el bárbaro.


   Se parecen cada vez más a esas figuras-estatuillas que hay de Conan. El paradigma estético ha cambiado y ahora son los personajes de ficción del entretenimiento “mainstream” los que determinan qué pinta debe tener un héroe histórico. La referencia son los videojuegos, los comics, el cine de superhéroes. Se acabaron los matices  y la ponderación. El maniqueísmo más extremo y manierista se expresa en lo visual: los “buenos” tienen que ser más grandes y más fuertes, y su noble carácter se expresa en un rostro siempre adusto, severo, enfadado.  


   Es exactamente lo que hacen Ayroles y Guarnido en “El buscón en las indias”. La representación del jefe indígena “El Tigre” responde a estos nuevos clichés: es grande, muy musculoso, de gesto serio y cuando lucha es un guerrero violentísimo. Por otra parte sus hombres se representan siempre con dignidad, gente laboriosa y serena. En ese tebeo el derribo de las estatuas españolas consiste en representar a todos los españoles, sin excepción, como brutos torpes, corruptos, avariciosos, feos, mentirosos o retrasados mentales. El único español que parecía que se iba a salvar de esta imagen resulta ser una ficción inventada por el protagonista. Los héroes de la conquista son una mentira.

El jefe indígena llamado "el tigre", en "El Buscón en las indias".


 
El héroe indígena y, a la derecha, los lamentables españoles. Realmente tuvo mucho mérito que semejantes ganapanes lograran conquistar esos reinos habitados por titanes enfurecidos.


   También merecen una mención las estatuas a las mujeres de esos pueblos originarios que se destacaron resistiendo a los conquistadores. Y aquí es muy triste ver cómo no pueden evitar una mirada masculina y occidental que obliga a representar a estas mujeres hipersexualizadas, resaltando su feminidad burdamente, con estética de anuncio televisivo. O al puro estilo de Richard Corben.

  

Una mujer de  Richard Corben a la izquierda , y la cacique Urimare, según Briceño.


 

Representaciones de la reina Cura Ollco,  esposa de Manco Inca que fue violada y torturada por los conquistadores españoles. Imagen del siglo XXI  y un retrato de la época virreinal.


Hay muchas más esculturas que van en esta línea y que, al parecer, entusiasman a los ciudadanos de estos países, que lo entienden como una recuperación de su "verdadera historia". La de después se ve que es falsa. Aquí tenéis algunas más.


 











Las fotografías de las estatuas las he sacado de internet. He procurado poner los nombres de los autores pero no siempre he podido encontrarlos.

El tema da para mucho más y tiene un montón de derivadas posibles, pero no quiero meterme en demasiados charcos, así que lo dejo aquí.