Gustave Doré, pintor y, sobre todo grabador-ilustrador de
libros, no ha tenido suerte en la Historia del Arte. (Aunque en 2006 , más o
menos, le dedicaron un par de exposiciones en Bilbao y Salamanca que le
reivindicaban). Pese a que sus
ilustraciones para “El Quijote” ( la
imagen que él fijó en sus grabados es, en
buena medida, la que todos tenemos de Don Quijote), para la “La Biblia”, La
Divina Comedia” y tantos otros libros son, de lejos, las más populares y las
más reproducidas, la consideración de los historiadores es, con suerte,
condescendiente. Cuando no, directamente despreciativa. Sin salir del ámbito de los
tebeos, Schuiten y Peeters, en las últimas páginas de “El archivista”, incluyen
su retrato entre los allegados del protagonista, pero, eso sí, calificándolo de
“deplorable” en el texto.
Quizá lo más indulgente que se puede leer es
lo que escribe Valeriano Bozal en “El siglo de los caricaturistas” (volumen nº
40 de la Historia del Arte de historia 16,
1989):
Doré es, ante todo, un ilustrador romántico. En este punto, una paradoja: las imágenes románticas que crea están
basadas en recursos que la pintura ha desarrollado ya hace tiempo, en especial
Delacroix y sus seguidores, y que ahora el ilustrador convierte en fórmulas;
sin embargo, a pesar de ello, las fórmulas rinden aquí plásticamente lo que en
una pintura no estarían dispuestas a rendir. Su ilustración de la Divina
Comedia o de la Biblia es buena prueba de ello. Todas las imágenes de la obra
de Dante poseen un referente anterior: Doré recuerda ante todo a Flaxman, a
Füssli y a Blake, en ocasiones de una manera explícita y sin recato, tal como
sucede con El gigante Anteo, Caronte, etc., de Interno. Hasta cierto punto cabe decir que Doré hace populares y divulga modelos
iconográficos que pertenecen a la alta cultura. A la vez, articula diversos
modelos iconográficos en un solo motivo y los dota de un denominador común: ese
sentido enfático de lo sublime sombrío y luminoso. Mejor que ningún otro ilustrador del momento, Doré conecta con el
sentir popular y hace explícito lo que en las pinturas de Flaxman o de Blake
podía resultar hermético.
Al
proceder de esta manera, anula muchas de las diferencias estilísticas, tan
marcadas en los pintores —pienso ahora en Flaxman y Füssli— y pone de relieve
su proximidad más allá de la diferencia: el sentido romántico de formas que se
reclaman del neoclasicismo, el sentido clasicista de tantos motivos románticos.
Para el historiador del arte, la de Doré es una mirada hasta cierto punto
ejemplar.
En ocasiones nos da la sensación de que
Doré es todo lo contrario de lo que pensamos adecuado para un artista original:
no es contenido, no es hermético, no es profundo, no oculta sus recursos, los
exhibe, es excesivo, elemental, superficial... En muchas ocasiones, desde el
punto de vista de la alta cultura, sus imágenes son un claro testimonio de mal
gusto, de efectos truculentos, de sentimentalismo y entrega al espectador (que
encuentra lo que anda buscando, y lo encuentra en grandes dosis).
¿Cuál es entonces su secreto, si es que tiene
alguno? No me atrevo a ser taxativo en este punto, sólo insinúo que Doré logra
captar los elementos dispersos del imaginario colectivo y hacer con ellos sus
imágenes. De la misma manera que todos conocemos el contenido de la Divina
Comedia, la hayamos leído o no, y, sin embargo, continúa afectándonos, continúa
siendo imperecedera, en parecido sentido conocemos todos las imágenes de Doré,
a sus protagonistas, sus efectos de luz, su enfatismo, y, sin embargo, continuamos
viéndolas y disfrutando con ellas. Si el goce de leer a Dante es similar al que
encontramos contemplando a Velázquez o a Rembrandt, el placer de rememorar, no de leer, su obra es semejante al que nos
alcanza cuando ojeamos las ilustraciones de Doré: el placer puro y simple del
reconocimiento.
No
insistiré en este punto —que puede ser ampliamente debatido y discutido—, pero
sí sobre otro aspecto hasta ahora no desarrollado. El Doré enfático y retórico desaparece en sus crónicas de Londres, se
transforma en El cuervo o en la Oda del viejo marinero, de Coleridge, que
ilustra en 1871-74.
Quizá sea en la Oda del viejo marinero
donde todos estos elementos, unos y otros, se reúnen y encuentran una
formulación definitiva. La minuciosidad con la que están representados los
motivos, las personas, el barco, los elementos naturales, su naturalismo (si
quiere hablarse así), contrasta con la composición de las imágenes: el punto de
vista, un recurso al que Goya prestó toda su atención cuando realizó los
Disparates, permite disponer unos elementos en contraste con otros, unos
motivos en el poder de otros, las velas, al marinero, al barco, en la
inmensidad del mar y del firmamento, en el movimiento del viento, de las
gaviotas... La oda se convierte en una epopeya romántica, el hombre es en la
naturaleza, no me atrevo a decir que contra ella, quizá en su mera
supervivencia.
De
nuevo esa dualidad que es rasgo de Doré: la utilización de fórmulas conocidas
en una articulación original que permite reunirlas en una imagen donde podemos
reconocernos. Siempre planea la
pregunta: ¿cómo puede ser artístico este cliché romántico?
Una vez más estamos ante el eterno debate: alta cultura
contra cultura popular. El arte contra
artesanía. Un artesano de la ilustración logra el éxito popular usando recursos
tomados del GRAN ARTE, y esto supone una cierta degradación del Arte elevado.
El tebeo como medio de expresión siempre se ha visto menospreciado
por estos mismos motivos: o era el cine de los pobres, o se consideraba un paso
transitorio en el aprendizaje de la lectura que, obviamente, había que
abandonar pronto para leer LITERATURA. Dejo al margen que en los últimos años parece
que este prejuicio está retrocediendo. Aún así, el tebeo es cultura popular y
supongo que es lógico que sus aficionados y sus creadores tengan un fuerte
sustrato cultural cultivado en el consumo
de esos productos. Es casi inevitable
que, a cualquier chaval de 13 o 14 año al que le guste dibujar, le impresionen
más, mucho más las ilustraciones de Doré que se pueda encontrar en un libro sobre las cruzadas que el catálogo
de una exposición de Cy Twombly. Y, cuidado, Twombly es un pintor
extraordinario, pero, esto, uno no lo aprecia con 14 años.
Desde hace ya unas cuantas décadas la Postmodernidad y el
Pop han ido cambiando la forma en que miramos las expresiones del arte popular. Y a estas alturas toda una
generación de críticos de arte, o de cine, guionistas televisión, periodistas,
novelistas , creadores, en suma, de ALTA CULTURA, han crecido consumiendo este cultura popular
y no han tenido que avergonzarse. O muy
poco, al menos.
Por todo esto, quizá, se puede rastrear la influencia de Gustave
Doré, de un modo u otro en bastantes autores de cómics y tebeos modernos. No hay que olvidar que el propio Doré figura
siempre como unos de los precursores del tebeo con sus obras”Les travaux d’ Hercule”,1847 y “ Histoire
pittoresque de la sainte Russie”,1854.
Histoire de la Sainte Russie. |
En este enlace podéis consultar algunas de las obras de Doré que se pueden considerar precursoras del comic, y, de paso, de otros muchos autores del XVIII y XIX. Una página muy interesante.
http://www.google.es/imgres?imgurl=http://konkykru.com/t.dore.trois.artistes.incompris.1.jpg&imgrefurl=http://konkykru.com/earlycomics.chronological.html&usg=__HKGu7SG5Z2F5nzXaJgnH82OIpqs=&h=416&w=645&sz=48&hl=es&start=4&sig2=h776bdEpJurWb80jTYg9NQ&zoom=1&tbnid=D32B936XbFSdSM:&tbnh=88&tbnw=137&ei=kxdIUaSZOufJ0QWk6IDQAg&prev=/images%3Fq%3Dgustavo%2Bdor%25C3%25A9%2Ben%2Blos%2Bcomics%26hl%3Des%26sa%3DX%26gbv%3D2%26tbm%3Disch&itbs=1&sa=X&ved=0CDAQrQMwAw
Hay bastantes ejemplos de autores de cómic perfectamente reconocidos que, en momentos muy concretos o en obras concretas, evidencian la influencia de Doré.
El primer caso es muy puntual, pero significativo: una viñeta espectacular de "El Príncipe Valiente" de Harold Foster. El parecido es evidente. La
composición de la escena es lo bastante similar como para que sea posible que
conociese el grabado de Doré.Máxime porque procede de uno de los libros más populares de Doré, "El Quijote", que es difícil pensar que Foster no conociera.
Reconozco que el ejemplo de Buscema y Alfredo Alcalá
seguramente está más traído por los pelos.
En realidad cualquiera que se plantee llegar a dibujar tebeos sabe que,
tarde o temprano, tendrá que vérselas
con un ejército de esqueletos saliendo de sus tumbas. Es casi inevitable. Y, dada la particular
manera de entintar que tenía Alcalá, con ese alarde de rayitas
y ese modo de tratar la luz, que
llegase a conclusiones paralelas a las de la xilografía era natural. En cierto
modo los entintados de Alcalá tienen las virtudes y los defectos del propio
Doré. El aspecto a grabado de otra época, el virtuosismo técnico, la retórica
visual que recargaba sus trabajos eran la clave de su éxito.
Doré "la Biblia" |
Buscema y Alcala : "los fantasmas del castillo carmesí" |
Bernie Wrightson es
otro caso de dibujante virtuoso de la técnica de la rayitas. Siempre fue un
ilustrador barroco y muy enfático. Él mismo ha sido inspirador de una cierta
cantidad de dibujantes que han utilizado sus recursos gráficos. De hecho aquí
también traigo un autor, Andreas, cuya
posible conexión con Doré es, seguramente, a través de Wrightson.) Cuando
Wrigtson se plantea ilustrar “Frankenstein” de Mary Shelley ya está entrando en
el terreno de Doré. Ilustrar un libro del siglo XIX como si estuviéramos en el
XIX. El planteamiento de Bernie es deliberadamente arcaizante. Es obvio que
pretende remedar lo que hubieran sido unas ilustraciones para ese libro hechas
en esa época, cosa que además casa estupendamente con su propio estilo de
dibujo. En todas las ilustraciones ambientadas en el barco y en los hielos del
polo en imposible no ver “La balada del viejo marino” de Coleridge según Doré.
En algunos casos de forma muy explícita.
Wrightson "Frankenstein" |
Doré "La Balada del Viejo Marino" |
Doré -"La Balada ..." |
Tardi es, seguramente, uno de los autores que más conscientemente
recurre y reutiliza un fondo de cultura popular tanto en el aspecto argumental (como en
“ Las aventuras de Adele Blanc Sec”, que tanto deben a las novelas de folletín
decimonónico de intriga francés, o el mismo Julio Verne, en “El demonio de los
hielos”) como en el aspecto gráfico.
Tienes un blog magnífico (bueno, en realidad es cojonudo ;-) Veo que la ilustración de El Quijote de Doré tiene una calidad fabulosa. ¿sabes en qué página podría encontrarla? Un millón de gracias...
ResponderEliminarHola. Es dificil de decir . La que puse está escaneada por mi de un libro que recopila esas ilustraciones.
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