RED DUST FRENTE A BLUEBERRY.
Convergencias y divergencias entre dos “oestes” paralelos.
“COMANCHE”, con guión de Greg y dibujos de Hermann.
“EL TENIENTE BLUEBERRY”, con guión de Charlier y dibujos de Giraud.
Resulta curioso constatar como dos series de historieta del oeste, contemporáneas, paralelas en muchos aspectos, y que, de hecho, fueron competencia directa la una de la otra en el mercado francófono, presentan, analizándolas un poco, diferencias irreconciliables en su modo de tratar la misma temática.
"Comanche", que protagoniza Red Dust, es un western crepuscular, taciturno, reflexivo, escéptico, triste y naturalista.
"El Teniente Blueberry" es irracionalmente alegre, frenético, higiénicamente vital.
Así podremos establecer como premisa inicial de estas reflexiones la que será su conclusión:
Red Dust como héroe lunar frente a Blueberry como héroe solar.
Ideas que vamos a desarrollar
1- Greg, guionista de “Comanche” = Goscinny (Asterix) + Charlier (Blueberry). Greg como figura señera del tebeo europeo: Humor + aventuras. Luc Orient, Yugurta, Bernard Prince, Spirou, Achiles Talon...
2- Orígenes editoriales paralelos: Comanche surge como respuesta a Blueb. Cada uno recurre inicialmente a unos arquetipos distintos: Blueb, el oeste militar de John ford; Comanche, el de los pistoleros y los ranchos de Leone o tipo “Shane” ( Raíces Profundas).
3- El tratamiento gráfico de los dos es igualmente minucioso en la recreación de los ambientes históricos y cuida al detalle los uniformes, las armas, los carros, los animales, los trenes... y, muy importante, los paisajes. .
4- Paralelismos biográficos de los personajes: la cárcel, han sido sherifes, amigos de los indios, el ferrocarril, sin pasado (ambos lo tienen pero en ambos casos nos lo cuentan con una serie de historietas cortas que narran episodios anteriores a los que cuenta la serie central). Los secundarios: Mac Clure=Ten Gallons; los caza recompensas= el predicador; el carácter crepuscular de los dos, especialmente RD.
5- La tesis central: el héroe melancólico frente al héroe alegre. El drama frente a la peripecia. El héroe frágil frente al héroe irrompible. ( Siempre refiriéndonos, claro, al Blueb de Charlier. En los episodios que ahora mismo escribe Gir, el viejo tarambana de Blueb se dedica por primera vez a regodearse en sus recuerdos de juventud, que contrastan violentamente con su presente. ¡Mike S. Blueberry se nos pone nostálgico!)
La nocturnidad en Comanche
Muchos de los momentos más dramáticos e intensos de las aventuras de RD suceden durante el ocaso o la noche, que el talento de Hermann retrata magistralmente: Toby y Clem colgados por las muñecas en el campamento de los Cheyenes en “La revuelta del hambre”; el ataque de los Dobbs a la cabaña y la muerte del Predicador en “Los lobos de Wyoming”, que ocupan diecisiete páginas; las tremendas diez últimas páginas de “Cielo sangriento...”; el final de “Desierto sin luz”, episodio que transcurre casi entero entre
"Cielo sangriento sobre Laramie" |
El paisaje
La ubicación de las aventuras de estos dos personajes es bien distinta. "Comanche" está ambientada en los estados de Colorado y Wyoming. Blueberry, en buena parte, en la frontera con Méjico. Esto hace que Blueberry sea, fundamentalmente, el desierto, el calor, la luz, el espacio, la sed... Comanche es un western de bosques, montañas, niebla, frío... No es que sea así al cien por cien, pero la sensación que a uno le queda es esa. De igual modo que Comanche es mucho más urbano que Blueberry. Pero es que, desde el principio, las aventuras de Red Dust tienen un centro espacial: el rancho Triple Seis de Comanche, la chica, y el pueblo que está al lado, Greenstone Falls. Blueberry nunca tendrá nada parecido. Va y viene por el ancho mundo sin que persona o lugar alguno lo reclamen.
Blueberry |
Podría decirse que la diferencia de talante entre B y RD nos la explica su muy distinta manera de calibrar las posibilidades de éxito de los planes que hacen. La diferencia entre el “es un plan tan loco que puede funcionar” de Blueb y los precisos cálculos de probabilidades que suele hacer RD, establece la diferencia entre el entusiasmo nihilista con que, en Blueb, buenos y malos se enfrentan a todo y “la acción meditada” que hay en Comanche. En “Blueberry” sólo se piensa para actuar, mientras que en “Comanche” también piensan si se debe actuar. Dust suelta algún soliloquio metafísico, como el de la plancha 42 de “Cielo sangriento...”, en el que se interroga sobre lo que hace, y que resulta inimaginable en mente (o en boca) de Blueberry. Claro que RD también escucha alguna perorata sobre el deber y la moral como la que le propina "el Predicador" agonizante al final de “Los lobos de Wyoming”, por no hablar de la afición de Greg a terminar las aventuras con algún sermón- epifonema de tono solemne en la última viñeta, con los que pretendía, seguramente, que las aventurillas que contaba trascendieran el simple entretenimiento, y que producen la sensación de estar leyendo un tebeo un tanto moralista.
Toda la serie de “Comanche” emana un aire de melancolía ( e incluso pesimismo) que está en las antípodas del talante de otras obras de Greg: “Bernard Pince”, serie estupenda que Hermann y Greg simultaneaban con Comanche, resulta, por comparación, un tebeo de acción mucho más convencional y, desde luego, sin la carga de tristeza que recorre “Comanche”, aunque también experimente una evolución en el tono desde un ingenuísmo juvenil en sus principios hacia una aventura más dramática y más comprometida.
En toda la serie Red Dust será un sujeto hosco y taciturno, en las antípodas del tarambana dicharachero y jovial que es Blueberry, aunque éste sea militar profesional y se le suponga sujeto a una disciplina y unas normas de conducta más estrictas. Red Dust pocas veces sonríe y jamás ríe abiertamente, nunca juega a las cartas, no bebe, y no se le conoce relación con mujer alguna, salvo la que mantiene con Comanche (la dueña del rancho Triple Seis que da nombre a la serie), tan ambigua que no es sino un amor que por su propia (in)decisión queda en platónico, en fraternal amistad. En el fondo Red Dust es un puritano reprimido y melancólico.
Las distintas actitudes frente a la experiencia en la cárcel, común a ambos, y su forma de ser expresidiario cuando salen, ilustra una diferencia crucial entre ambas series: la actitud ante la conciencia de culpa. Red acepta que debe pagar y se resigna. Agacha las orejas, se muerde los labios y cambia su carácter para el resto de la serie.
Blueb aprieta los dientes, sí, pero para jurar venganza mediante un plan tan loco que acaba funcionando. Lo peor de todo es que Red es realmente culpable de asesinato, y él lo sabe. Aunque haya matado a un indeseable absoluto. Igual que sabe que su mundo de oeste sin ley se acaba, y sólo en ese mundo su papel de justiciero romántico tenía sentido. En un mundo sin ley él era la justicia, el pistolero nómada que tiene conciencia, que sabe que el futuro está de parte de los ciudadanos sedentarios entre los que quiere encontrar un hueco. Por eso no le queda más remedio que aceptar el castigo que los sedentarios le imponen por ayudarles al modo nómada. Un poco como el personaje de James Stewart en las películas de Anthony Mann, aunque con menos suerte que este, al final.
Lo que pasa en el mundo de Blueberry es que nadie parece pensar que sus actos tengan alguna consecuencia moral y nadie se siente culpable. Todo el mundo se lanza temerariamente a la acción más enloquecida y violenta como adolescentes con síndrome de inmortalidad, que no temen ningún peligro por que “a mí no me va a pasar”, “los que mueren son los otros” . De hecho, sólo la muerte detendrá el ansia de acción y la ambición de todos los personajes que pululan por la serie ( Steelfingers, Vigo, López, Kimball y Finlay, Allister...) para los que un fracaso, por devastadoramente catastrófico que sea, no supone si no un acicate para volver a la carga. ¡Con cuánta indiferencia se masacra a decenas de inocentes en Blueberry y qué traumático es matar a un malo en Comanche!
Evidentemente J. M.Charlier no siente el menor remordimiento respecto a su trabajo como guionista de tebeos de aventuras y ni se le ocurre que deba justificarse.
Retirada frente a la civilización, que la chica, Comanche, sí acepta. (“La leyenda de la ciudad sin nombre.”) Red Dust, como eterno nostálgico de los “buenos viejos tiempos” teme las novedades. Cuando aparece por el rancho un fotógrafo con un globo aerostático su actitud es de abierta desconfianza. En Blueberry cuando los personajes necesitan gafas, por la edad, para leer se las ponen, y el mismísimo Gerónimo resulta ser un informado lector de la prensa.
El enfrentamiento fratricida como tema recurrente. En Comanche es curioso como el enfrentamiento entre hermanos, con alguna variante, se va repitiendo desde el primer episodio. En él RD se enfrenta a un viejo y muy entrañable amigo, Kentucky Kid, un sujeto alegre que parece lamentar el enfrentamiento mucho más que el propio Red Dust, y que por esto mismo se nos hace más simpático. Porque hay que decir que el Red Dust de los primeros episodios es un tipo de moral muy rígida y con un sentido muy estrecho de lo que está bien y lo que está mal, pese a que, a todas luces, es un pistolero profesional, que incluso lleva dos revólveres con la culata hacia delante: ¡El arquetipo absoluto de pistolero chungo!
En “La revuelta del hambre” asistimos al odio entre dos hermanos de verdad, los cheyenes Fuego Solitario y Caballo Erguido, que terminará dos episodios después ( “Furia rebelde”) con un duelo en el que el segundo matará al primero. No obstante se invierte el paralelismo bíblico y aquí es Abel el homicida. La tragedia de esta familia cheyene se completa con un tercer hermano, “Mancha de Luna/Luna Moteada” según traducciones, que acabará matando involuntariamente a su padre “Tres Bastones” en “La revuelta del hambre.” El propio Red Dust, en uno de los últimos episodios, ya dibujados por Rouge, “El dólar de tres caras”, se las ve con un hermano del que, por supuesto, nadie sabía nada hasta entonces. Resulta ser un mal tipo que pretende jugársela a Red Dust. Al final, cuando vuelva a casa y Comanche le pregunte por él, contestará, después de un silencio, con un expresivo “¿ Qué hermano?”, con el que cierra definitivamente la puerta por la que esa parte de su pasado pretendía regresar.
Esto de que Red Dust se enfrente a su pasado, que resulta ser cada vez más escabroso, se convierte en los últimos capítulos en un recurso un tanto fácil. En “Las fieras”, episodio anterior a “El dólar...” y también dibujado por Rouge, reaparecen unos “amigos” de antaño que han salido de la cárcel y que van a por él, porque le consideran un traidor. Resulta que antes de aparecer por el “Triple Seis”, que es el rancho de Comanche, Dust formó parte de una banda de delincuentes juveniles, conocida como “Las fieras”, que le acogió cuando le echaron del orfanato a los doce años. Cuando empezaron a convertirse en asesinos en serie abandonó la banda, por supuesto, y por eso le consideran un traidor.
Que el pasado de Red Dust era oscuro es algo que presumíamos desde el principio de la serie. Es evidente que un profesional de las armas como él tiene que tener un currículo, y, de hecho, conoce de antiguo a algunos de los sujetos peor encarados que por la serie aparecen: los tres matones de “El dedo...”, Kentucky Kid, “Las fieras”.
Incluso dentro del trozo de su biografía que conocemos, el pasado parece obstinado en perseguir a Dust. Si en “Cielo sangriento sobre Laramie” acaba matando fríamente a Russ Dobbs, un asesino que había quedado indefenso ante él (el momento cumbre de toda la serie por su intensidad dramática), tiene que vivir una situación análoga al final de “Desierto sin luz”: Después de haber cumplido en la cárcel la condena que le impusieron por matar a Russ Dobbs, de nuevo se ve solo ante un asesino psicópata que se ha quedado sin munición. Su conciencia de que vuelve a repetirse la historia le bloquea y tendrá que ser Comanche quien, in extremis, acabe con el malo, aunque esta vez en defensa casi propia, en un final que tiene algún paralelismo con el de la película “Río sin retorno” de Otto Preminger.
Esta idea de que el pasado se repite condiciona incluso la estructura de algunos episodios de la serie. “El dedo del diablo” es, otra vez, el primero de la serie y tanto Red Dust como el lector se dan cuenta: Dust llega de la nada a un rancho en el que una jovencita decidida y un viejo tienen problemas con unos industriales que contratan a unos pistoleros, a los que Dust conoce. Hay un duelo, en el que no participa Dust, pero en el que se rompe también una ventana. Finalmente Dust, con la ayuda de dos “descamisados- pero-buenos-tipos”, se instala en una nueva “familia” para levantar un rancho de la nada. Por cierto, ¡qué buenas las primeras seis páginas!, ¡qué bien condensada la melancolía de quien se retira, de quien se siente excluido, de quien huye de un mundo en el que ya no encuentra su lugar! Esta desubicación ya se había insinuado en “Desierto sin luz” cuando, al volver de la cárcel, descubre que el mundo que él recordaba ya apenas existe. La propia Comanche, su patrona, a la que él recordaba “como un hombre” le recibe vestida de largo, hecha una señorita. Los agentes de la ley de Greenstone Falls han estudiado sicología (¡¡aaagghhh!!). Él mismo se verá enfrentándose a los malos, como antes, pero ahora bendecido por la ley, que, dándole una estrella, le absuelve de pecado por hacer lo que en el episodio anterior le valió la cárcel. En realidad ya ha encontrado su hueco en "la civilización".
En un episodio posterior, “Los sheriffs” (una relectura de “Los siete samuráis” de Kurosawa), cuando Red Dust creía que estaba iniciando una nueva vida, de nuevo el pasado se cruza en su camino: reaparecen el sheriff de Greenstone Falls y Rayo de Luna, y se trata de rescatar a Comanche del asedio de una nueva banda de malhechores, más numerosos y crueles que los Dobbs o la banda de Shotgun Marlowe en “Desierto sin luz”.
Lo que le pasa a Red Dust es que busca arraigar, busca una familia, sí, pero la quiere en un lugar incontaminado, en una Arcadia pura y sin corromper. Esta idea de que la “civilización urbana” es igual a “decadencia” (por cuanto tiene de Europea, lugar del que los padres fundadores de EEUU escaparon para fundar un nuevo Edén más ajustado a lo que, según ellos, eran los designios del señor) es profundísimamente norteamericana y subyace en el fondo ideológico de todo el western. Zane Grey lo formuló brutalmente en sus novelas del oeste y, muy sobre todas, en “La voz de la cañada” que es una auténtica novela de tesis, un auténtico manifiesto de lo que debe considerarse genuinamente norteamericano y lo que un buen americano debe rechazar.
Al contrario que Red Dust, Blueberry demuestra una asombrosa capacidad de adaptación a su cambiante circunstancia. No en vano estamos ante un tipo que, en los momentos comprometidos, es capaz de reinventar su propia identidad cuantas veces haga falta. Si la vida de red Dust parece condenada, en lo esencial, a repetirse cíclicamente, la de Blueb cambia de manera vertiginosa: un mozalbete sudista se cambia de nombre y se convierte en un soldado nordista que ocasionalmente trabajará de sheriff, pero que termina siendo expulsado del ejército y perseguido por la ley. Se refugia entre los indios y cambia de vida y, otra vez, de nombre. Por fin consigue arreglar el asunto que lo había expulsado de entre los blancos, (con la reaparición de personajes de episodios anteriores que no se nos presenta como un retorno del pasado, si no como un cierre de algo inacabado, un paso más hacia el futuro), consigue hacerse medio rico y, cambiando de vida otra vez, se nos vuelve jugador profesional. Y todo esto sin pensárselo dos veces, según le vienen las cosas.
EL PERSONAJE COMO PÚBLICO DE SÍ MISMO
Podríamos relacionar a Blueb con “ la Odisea” y a RD con “la Iliada”.
Blueb, como Odiseo, “fecundo en ardides”, no asume fatalmente su destino. Reescribe su propia vida las veces que haga falta. Tanto es así que en las últimas historias incluso aparece un periodista que pretende escribir y publicar sus aventuras en un periódico. Como Búfalo Bill , Emmett Dalton (que en 1918 era actor en Holywood y llegó a protagonizar una película en la que se interpretaba a si mismo cuando era Emmett Dalton, el forajido, en 1889) o Kit Carson, personajes reales de quienes, estando aún vivos, se publicaban aventuras ficticias, Blueberry está a punto de asistir a la conversión de sí mismo en personaje de ficción. Pero es que Blueb es ficción. En realidad va a ingresar en el selecto club de los personajes de ficción que logran convertirse en público de las ficciones que ellos mismos protagonizan: Odiseo, cuando llega, naúfrago, a las costas Feácias, escucha en boca del cantor Demódoco el poema de sus aventuras; y Don Quijote, en la segunda parte, no sólo se encuentra con que muchos son los que han leído ya la primera parte impresa de sus andanzas, si no que llega a visitar una imprenta en la que se prepara una nueva edición de sus aventuras. ( Incluso llega a tener en sus manos un ejemplar de la segunda parte apócrifa y es el mismísimo Don Quijote quien nos garantiza que es falsa. Habría que ver qué cara pone Blueberry si leyera alguna de esas continuaciones espurias que le hacen ). Si logra llegar con vida al cercano siglo XX, quizá Mike S. Donovan llegue a leer en algún periódico, al lado de “Yellow Kid” y los “Katzenjamers”, las tiras de cómic que narren las aventuras del teniente Blueberry.
Ante esto, ¿qué puede hacer Red Dust? Él también a tenido al lado a un periodista que quería contar al mundo la historia de su oeste, y procuró evitarlo. Incluso en esto se notan las diferencias de tono de las dos series: el periodista que acude a Blueberry le busca a él y a su leyenda; el que recurre a Red Dust lo quiere como ayudante para retratar la verdadera Historia de los otros. A Red él le pasa lo que a Héctor en la Iliada: está atrapado por su destino y no logra zafarse. Es más noble, más digno e igual de valeroso, pero en el momento definitivo sólo puede dar vueltas alrededor de Troya. No va a ningún lado. Cuando Red se marcha del rancho y rompe con la vida que le conocíamos, llega a otro sitio en que se repite la misma historia. Por un momento llegamos a pensar que se independizaba, que ahora sería el protagonista absoluto, y resulta que se ve obligado a volver bajo las faldas de Comanche. Nunca logra imponerse.
“Las aventuras de Fort Navajo” terminaron cambiando ese nombre por el de su evidente protagonista: “las aventuras del Teniente Blueberry”.
¡¡¡Las serie que protagoniza Red Dust sigue llamándose “Comanche”!!!. Debe ser el único protagonista de una serie que se publica bajo el nombre de otro personaje. En “La Iliada” Héctor es tan importante como el que más, pero todo el mundo cree que el libro sólo trata de Aquiles. Es lo que pasa cuando uno es un personaje, aunque sea el principal, de una historia con protagonista colectivo, llámese Troya o rancho Triple Seis.