Desde poco después de su nacimiento tras lograr la independencia de España a principios del siglo XIX, en las nuevas repúblicas hispano-americanas se fueron levantando estatuas de los grandes personajes de su historia. Por supuesto de los Libertadores (Bolívar, San Martín, Sucre, O´Higgins…). También de los conquistadores españoles, (Colón, Cortés, Valdivia, Pizarro, Jiménez de Quesada…) que, al fin y al cabo, eran los directos artífices de su realidad cultural, lingüística, religiosa y territorial, además de fundadores de muchas de la ciudades de esos países .
Nada nuevo. En lo que hoy es España, tierra tantas veces conquistada y reconquistada por tantas civilizaciones, tenemos estatuas de los héroes de nuestros “pueblos originarios” que lucharon contra a Roma, como Viriato, Indibil y Mandonio, porque nos enorgullece su resistencia “numantina”, tan española, ante un enemigo imperial abrumador. También las hay de los emperadores romanos que nacieron en “España”, Trajano, Adriano y Teodosio, porque nos enorgullece haber formado parte del más importante imperio del mundo antiguo y del legado que nos dejó. Y tenemos estatuas del Cid Campeador y de Almanzor. Tenemos estatuas de Moctezuma y de Atahualpa en el Palacio Real. Incluso tenemos estatuas de Bolivar y San Martín.
Atahualpa y Moctezuma en el Palacio Real de Madrid. Siglo XVIII |
Lo que pasa
en Hispano América es que, como esa independencia se logró mediante
guerras contra España, también sentían la necesidad de expresar de algún modo cierta
ruptura o rechazo hacia su herencia
española. La manera de lograrlo fue la de forzar la identificación de su origen
histórico como naciones con los pueblos y civilizaciones pre-hispanos. Muy
especialmente enfatizando la lucha con que habían resistido a los
conquistadores españoles. Así, las guerras independizadoras de Bolivar o San Martín
venían a presentarse como una continuación de la resistencia de los Cuauhtémoc,
Rumiñahui o Lautaro, sólo que, ahora, por fin victoriosa. (Aunque tal victoria final no fuese lograda
por indígenas originarios, precisamente.)
A lo largo
del XIX ya se levantaron las primeras estatuas a esos héroes indígenas, pero ha
sido con la aparición del “indigenismo” entendido como
ideología, sobre todo en las últimas cuatro o cinco décadas, cuando han
proliferado más y con un radical cambio en su planteamiento iconográfico.
Voy analizar
brevemente la evolución estética que se
ha ido produciendo en el modo de representar al indígena, y como se aprecia la
evolución del canon de referencia, pasando del sereno clasicismo
de anatomías greco romanas en el siglo XIX y mitad del XX, al frenesí
hiperventilado de anatomías anabolizadas, de puro tebeo de Conan, de hoy día. Curiosamente las representaciones del propio personaje de Conan, el Bárbaro, han
tenido una evolución muy parecida desde su aparición en las revistas de los
años 30 del siglo XX , a sus diferentes plasmaciones en los cómics desde los
años 70 a hoy día.
Hay algo de
lógico en el proceso. Conan se ha convertido en el arquetipo del bárbaro que
rechaza la “civilización” y lucha contra los que pretenden imponerla. (El indigenismo
rechaza todo lo que signifique eurocentrismo e incluso aboga por eliminarlo.)
Hay una tercera vía estética, que es la del “brutalismo” naif, el arte de reminiscencias supuestamente primitivas, que conectaría con lo que expone Gombrich en “La preferencia por lo primitivo”, pero ha sido menos frecuentada.
Aquí tenemos algunos ejemplos de lo que se hacía en el XIX en España. Responden a la estética clasicista de la época, que es la que impera hasta la primera mitad del XX. Poses solemnes, anatomías atléticas pero verosímiles, gestualidad serena, y si hace falta, movimiento y energía. Pero siempre se busca un conjunto armónicos y sin estridencias.
Izquierda Viriato, de Eduardo Varrón , 1903. Derecha , Indibil y Mandonio de Medardo Sanmartí, 1884 |
A esta tipología corresponden la mayoría de las estatuas de esa época en Hispano América, que evidencian la formación clásica-europea de los autores.
A la izquierda el Caupolicán de Nicanor Plaza, 1863, que evidencia su filiación estética más que clásica al verlo junto al David de Bernini de 1623. |
Cuauhtçemoc , Miguel Noreña , 1887 |
Guaicapuro, de Pérez Mújica , 1905 |
Tlahuicole, héroe tlaxcalteca (cosa rara) de Manuel Villar, 1851, junto al Laocoonte. |
Es el tipo al que se corresponden las primeras imágenes de Conan el bárbaro de las revistas pulp de los años treinta, que era representado como un tipo más atlético que culturista.
George Barr, para el relato de Conan "Red Nails" en los años ´30. |
Los menceyes
de Reyes Darias en el pueblo de Candelaria, Tenerife, se sustituyeron en 1993 por otras estatuas, de José Abad, mucho más heroicas, de
musculatura marcada, y gesto sereno, en las que ya se empieza a apreciar, aunque sin exagerar demasiado, muy contenido, el afán de reivindicar
la dignidad de los ancestros mediante la hipérbole anatómica.
Por seguir con Conan,
es el camino que ya inició
Barry Smith en sus últimas
historias de Conan
y que continuó Buscema, acentuando más ese aspecto.
Y llegamos a
la parte más divertida.
En los últimos
30 años o así se han levantado muchas estatuas a los héroes pre hispanos que
lucharon contra los conquistadores en las que el “buen gusto” clásico, la serenidad, la armonía…, todo ha sido sustituido
por el “camp” más gesticulante, desorejado y, lo que es peor, sin un átomo de
ironía. Resulta muy ilustrativo ver juntas las representaciones del mismo héroe con cien años de diferencia.
A la izquierda, el cacique Guaicapuro de Pérez Mújica de 1905. A la derecha el de Julio Cesar Briceño del siglo XXI. |
Si con el
Conan posterior a la era Thomas se fueron perdiendo los papeles, hasta hacerlo devenir
en un energúmeno absurdamente hipermusculado, siempre obcecado y con gesto de
cabreo permanente, eso mismo les ha pasado a los grandes héroes de los pueblos
originarios: ahora se los representa crispados
con gesto de ira o de odio, siempre violentos, con una anatomía disparatada,
en flagrante oposición a la que, con seguridad, pidieron tener los
homenajeados.
Una figura de Conan , y el monumento al cacique Tiuna, según Julio César Briceño. |
Busto de homenaje a Rumiñavi, y figura de Conan el Bárbaro. |
Se parecen cada vez más a esas figuras-estatuillas que hay de Conan. El paradigma estético ha cambiado y ahora son los personajes de ficción del entretenimiento “mainstream” los que determinan qué pinta debe tener un héroe histórico. La referencia son los videojuegos, los comics, el cine de superhéroes. Se acabaron los matices y la ponderación. El maniqueísmo más extremo y manierista se expresa en lo visual: los “buenos” tienen que ser más grandes y más fuertes, y su noble carácter se expresa en un rostro siempre adusto, severo, enfadado.
Es exactamente lo que hacen Ayroles y Guarnido en “El buscón en las indias”. La representación del jefe indígena “El Tigre” responde a estos nuevos clichés: es grande, muy musculoso, de gesto serio y cuando lucha es un guerrero violentísimo. Por otra parte sus hombres se representan siempre con dignidad, gente laboriosa y serena. En ese tebeo el derribo de las estatuas españolas consiste en representar a todos los españoles, sin excepción, como brutos torpes, corruptos, avariciosos, feos, mentirosos o retrasados mentales. El único español que parecía que se iba a salvar de esta imagen resulta ser una ficción inventada por el protagonista. Los héroes de la conquista son una mentira.
El jefe indígena llamado "el tigre", en "El Buscón en las indias". |
El héroe indígena y, a la derecha, los lamentables españoles. Realmente tuvo mucho mérito que semejantes ganapanes lograran conquistar esos reinos habitados por titanes enfurecidos. |
También
merecen una mención las estatuas a las mujeres de esos pueblos originarios que
se destacaron resistiendo a los conquistadores. Y aquí es muy triste ver cómo no
pueden evitar una mirada masculina y occidental que obliga a representar a
estas mujeres hipersexualizadas, resaltando su feminidad burdamente, con
estética de anuncio televisivo. O al puro estilo de Richard Corben.
Una mujer de Richard Corben a la izquierda , y la cacique Urimare, según Briceño. |
Representaciones de la reina Cura Ollco, esposa de Manco Inca que fue violada y torturada por los conquistadores españoles. Imagen del siglo XXI y un retrato de la época virreinal. |
Hay muchas más esculturas que van en esta línea y que, al parecer, entusiasman a los ciudadanos de estos países, que lo entienden como una recuperación de su "verdadera historia". La de después se ve que es falsa. Aquí tenéis algunas más.
Las fotografías de las estatuas las he sacado de
internet. He procurado poner los nombres de los autores pero no siempre he
podido encontrarlos.
El tema da para mucho más y tiene un montón de
derivadas posibles, pero no quiero meterme en demasiados charcos, así que lo
dejo aquí.